sábado, mayo 30, 2020

La NASA hoy, pero hace 50 años en Argentina...


El 1° de febrero de 1970, como producto de una segunda etapa de trabajo, jóvenes técnicos integrantes del Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE) ensayaron un cohete argentino por ellos diseñado, el Pantera X-1. Fue el lanzamiento 150 del programa de desarrollos experimentales de la organización privada juvenil y vocacional, creada en 1963 por Roberto Jorge Martínez, en la localidad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Era un vehículo de una etapa construido con materiales nacionales, de 3,85 m de longitud y un peso de 110 kg de los cuales 70 kg correspondían a su propulsante sólido. 


La carga útil de 8 kg transportó diversos instrumentos electrónicos y como tripulante un pequeño mono hembra de 1,300 kg bautizada Cleopatra. El lanzamiento se produjo a las 10:15 con la misión de alcanzar los 20 km/altitud. Dicha experiencia permitió, además, evaluar por primera vez diversos componentes argentinos que por su factibilidad y rendimiento eran la base para futuras realizaciones en materia de cohetes de sondeo. 

El vuelo cumplió las expectativas, pero el paracaídas se abrió con retardo a una altura menor de la calculada. Esto generó, dada la gran velocidad de caída, la rotura del amarre de recuperación y la cápsula con Cleopatra se estrelló. Es de destacar que el ICTE no recibía ayuda oficial o estatal y financiaba sus desarrollos y experimentos con sus propios recursos. Entre otros, fueron autores de esta experiencia: Francisco Agostino, Carlos Serra Rimbaut, Diego Chiarelli, Alberto Quevedo Lanne, Armando Avellán, David Medel, Jorge Dalessio, Guillermo Ramos y Oscar Zurano. 

Cleopatra: su destino era el cielo 
Día brillante, sin nubes, y once vehículos, a más de 80 Km por hora, salieron de la ruta asfaltada y se internaron en un camino de tierra, en el cual rápidamente nació una larga estela de polvo. Era el 1° de febrero de 1970, hace ya medio siglo. ¿La zona?: Coronel Brandsen, una localidad en la provincia de Buenos Aires, a casi 100 km de la Capital Federal. Finalmente se llegó a una tranquera abierta y otras interiores y más allá, extendiéndose hasta donde la vista alcanzaba, una verde y suave planicie, surcada de alambradas y algunas vacas de triste mirada. 

Sólo algo insólito quebraba la tranquilidad y la quietud del lugar: un dedo metálico apuntando al firmamento. Era una rampa de brillantes colores. En ella se posaba un estilizado cohete y varias figuras vestidas de blanco se movían presurosas a su alrededor. A pocos metros, una casamata emergía de la tierra seca. Era el motivo por el cual el periodismo llegaba al lugar, para presenciar el experimento de mayor envergadura realizado por el ICTE, la sigla que identificaba al Instituto Civil de Tecnología Espacial, una asociación privada de jóvenes entusiastas de la incipiente astronáutica de nuestro país. 

Luego, las explicaciones a la prensa y a los pocos invitados presentes sobre el cohete portador, totalmente fabricado con materiales argentinos y su carga útil electrónica (un diseño de avanzada para la época), equipos de tierra, antenas de rastreo, etc. El principal atractivo era Cleopatra, la tripulante del experimental vehículo autopropulsado, un pequeño mono hembra, de sólo un kilo y medio de peso, entrenada durante semanas en un simulador. El motivo: comprobar sus reacciones durante el vuelo y transmitir datos sobre ritmo cardíaco y respiratorio, además del comportamiento general. 

"Cleo" fue colocada en su asiento anatómico y una vez puestos los sensores, introducida en su cápsula "Centella", algo así como una nave Apolo pero de minúsculo tamaño. Luego el ensamble final del cohete con su paracaídas de recuperación, equipos de telemetría y control. Eran las 10:15 cuando la cuenta regresiva llegó a su fin. Con una cola de llamas de más de diez metros de longitud el móvil se elevó vertiginosamente hacia la meta teórica de los 20 Km de altura con una blanca estela de humo debajo. Así, el proyectil aeroespacial se perdió en lo alto y a partir de ahí solo se percibió un sonido. Silencio, espera, tensión. En tierra, el bip-bip de las ondas emergía de los receptores. Finalmente, luego de un tiempo que pareció una eternidad, alguien gritó: ¡Allí está!¡Allí viene! 

El cohete es un puntito que se agiganta, un disco rojo que se abre para luego inmediatamente plegarse y ser arrastrado por los vientos. Es veloz como una saeta, algo que cae y zumba como esos Stukas que hemos visto en las películas de la Segunda Gran Guerra del siglo pasado y una duda que, luego, dolorosamente se confirma: el paracaídas de la cápsula se abre a una altura menor a la calculada y falla al romperse el amarre de sujeción. 

La micro astronave ha caído junto con su impulsor y con ella una pequeña e inconsciente mártir de la tecnología. Cleopatra, la mona del norte argentino con misión de pequeña astronauta a la que unos muchachos enamorados de la ciencia le habían fijado un destino de cielo yace a un metro de profundidad en su lecho de aluminio. En ese instante y para siempre, ingresa en el recuerdo de los entonces jóvenes técnicos del ICTE



Pero ¿quiénes eran estos "fanáticos del espacio" que dedicaban sus horas y esfuerzos a esta clase de estudios y construcciones sin ninguna retribución económica? Eran adolescentes y jóvenes que hablaban de una Frontera Vertical de la Patria. Por sus lecturas creían que en ellos sobrevivía y eran herederos del espíritu idealista de los pioneros europeos y norteamericanos de inicios del siglo XX: Konstantin Tziolkovski, Esnault Pelterie, Herman Oberth, Von Karmann, Sander, Riedel, Willy Ley, Robert Goddard y otros. Pensaban como expresaba en esos días Werhner von Braun “que la astronáutica era mucho más que un mercado de negocios y prebendas para grandes empresas”. 

En su idealismo generacional confiaban en el nacimiento de una Nueva Era, de un Hombre cósmico. En la Argentina de hace ya cincuenta años fue la mayor experiencia vocacional y civil de nuestro país y de América Latina. Un año después, el ICTE concluía la segunda etapa de sus actividades, desarrollos y experimentos iniciados en 1963. Luego, Argentina viviría otras historias.